Jaime Duran Barba es uno de esos tipos que se dedican a montar a un candidato en un producto más, entendiendo a la política como un mercado, en la más acabada concepción del neoliberalismo. Según esta, un candidato no es otra cosa que un paquete en una góndola en la que el envoltorio más llamativo
hace ganar elecciones. Si el producto es bueno, ayuda.
Al margen de lo que representa esta idea de la política, debemos por una vez reconocerle méritos a Duran Barba. Aún representando todo lo opuesto a lo que buscamos. El tipo, es un genio.
Porque una cosa es que un publicista tome a un dirigente político y lo instale a través de las bondades de ese "producto", como ser capacidad de armado, oratoria, trayectoria. Otra cosa es lograr el objetivo con los materiales con los que cuenta Duran Barba.
Logró que sea jefe de gobierno un tipo con una trayectoria nula, que cagó al padre en sus empresas, contrabando y evasión, un secuestro sospechoso y un título de ingeniero más que dudoso, se complementa con una vagancia superlativa (estuvo más de 240 días fuera del país en tres años de desgobierno), pereza intelectual, incapacidad de articular una frase coherente para lo que necesita un asesor que le dicte las respuestas al oído, rodeado de una auténtica banda de impresentables y con una inoperancia inaudita a la hora de ejecutar un presupuesto, que al menos, de hacerlo, redundaría en más negocios para sus empresas amigas y testaferros (es decir, afana menos de lo que podría por inútil y vago).
Duran Barba es un genio.
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