Por Carlos Ramírez
Siento el frío de un viento helado que choca las paredes de mi casa. sólo me mantiene en pié abrazar a mi mujer, abrazarla me resucita de esta mierda.
Escucho a los chacales merodear con sorna. Estoy esperando las pintadas de viva el cáncer, aunque no fuera cáncer.
¿Mi papá se sintió así en el 74? ¿Sintió a los tiburones excitados por el olor a sangre de un pueblo herido?
Quisiera que nadie me hable.
Hablo cada tanto para cerciorarme de lo que quisiera fuera mentira, que estoy despierto. hay una larga fila de enemigos, y una no menos larga de traidores, confesos u ocultos.
Me imagino a Barrionuevo brindando en una estancia con Biolcatti. Me aparece duhalde abrazándose a Magnetto ante la mirada de esos dos pendejos de mierda, choreados, agarrados de la mano de la puta Noble mientras reciben los tuiteos de Albreto Fernández. El odio de Macri. el odio piadoso celestial de Bergoglio. Marcos Paz está de fiesta.
Quisiera despertarme ya viejo en treinta años, pero podría encontrarme con un monumento a Massera en la puerta de la ESMA, los pobres más pobres y los viejos otra vez privatizados, con las escuelas públicas derrumbadas y los hospitales sin poder atender a los millones de cancerosos del glifosato. El Congreso de la Nación, sesionará por entonces en las nuevas oficinas de Clarín
Mejor, sueño despertarme en la Plaza esta noche con un país diciendo que caiga quien caiga, y cueste (la sangre) que cueste, NO PASARAN
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